sábado, 28 de febrero de 2009

Lo MeJoR DeL PeR!oD!sMo CoLoMb!aNo

¿Se puede vivir con el VIH y con SIDA?

OP¡N¡ÓN

Alejandra Llerena Montenegro

Por lo general para la mayoría de las personas tener SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) o ser portador del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) da pie para generar un sinnúmero de prejuicios sin fundamento, tales como si hablas con ellos te infectas. Sin tener un mínimo de conocimiento que el VIH se transmite solamente con transfusiones de sangre, relaciones sexuales y la leche materna.

El SIDA es una enfermedad causada por un virus llamado VIH que ocasiona la destrucción del Sistema Inmunitario de la persona que la padece, tal sistema defiende al organismo de las agresiones que le ocasionan diferentes tipos de microorganismos e impide a su vez la proliferación de células malignas (cánceres).

Las personas VIH-positivas se enfrentan con frecuencia a múltiples emociones simultáneas, como miedo, duelo, depresión, negación, ira, ansiedad y por encima de todo, esperanza; esa que a pesar de todos los obstáculos no se pierde. Como aquella historia de cómo sobrevivir con el SIDA, en el cual 3 miembros de la misma familia se vieron involucrados.

Juan Carlos Riascos, autor del libro “En el laberinto de la Esperanza”, mediante una entrevista realizada por el Canal Caracol a cargo de D’arcy Quinn en el año 2002 relató cómo él y su familia tuvieron que soportar las consecuencias del virus.

Su esposa Margarita Monroy no tuvo las suficientes posibilidades para salvarse, ya que murió en Miami (1991), al poco tiempo del nacimiento de su hija Luciana, la cual tenía unos estados muy variados, pasaba de estar bien a llegar a momentos críticos que amenazaban su corta vida.

Juan Carlos estaba muy desconcertado con la situación por la que actualmente estaba atravesando, pero aún así no se cansó de buscar soluciones con respecto a los medicamentos que debía proporcionarle a su hija, aquellos que eran capaces de ayudarle a sobrevivir con la enfermedad de una forma saludable y productiva, pero que a su vez eran muy costosos, y el tiempo seguía avanzando.

En una ocasión él se enteró que ciertos medicamentos que servían para disminuir las molestias del virus estaban en etapa de prueba, esto no fue impedimento y sin que no fueran aprobadas aún logró conseguirlos. Y fue gracias a ésta hazaña que a su hija le disminuyeron los síntomas notablemente, posteriormente agentes externos se enteran de lo sucedido y lo llaman para que rindiera declaraciones, ya que lo determinante fue que de una u otra manera estaba arriesgando la vida de su hija, aquella que bajo su responsabilidad estaba la administración de tales medicamentos.

Lo cierto fue que su hija logró sobrevivir. Y a sus 11 años de edad experimenta las bondades de la vida como cualquier ser humano, donde las actividades son las mismas y donde el amor propio juega un papel muy importante. Claro está que debe ser constante con la droga.

Y es quizá gracias a ese profundo amor que Juan Carlos recibe su gratificación, una mujer que casualmente se llama Margarita y que estaba dispuesta a compartir el resto de su vida sin importarle que padeciera ese virus.

Simplemente porque la vida tiene cosas tan maravillosas que no pueden ser limitadas a la condición en la que se haya inmerso un portador de VIH, puesto que es posible sacar el mayor provecho de las vivencias cotidianas que para las personas sin éste virus resultan monótonas y sin sentido.

viernes, 6 de febrero de 2009

Lo MeJoR DeL PeR!oD!sMo CoLOmB!aNo

DEPORTE
REVISTA SOHO
ALBERTO SALCEDO RAMOS
"EL ÁRBITRO QUE EXPULSÓ A PELE"
¿INJUSTICIA EN LA CANCHA?
OP¡N¡ÓN

Alejandra Llerena Montenegro

Por mucho tiempo se ha cuestionado el papel de los “dioses en el campo de juego” tal vez porque cada cual mira las cosas como mejor le convenga. Para los aficionados defender a su equipo es lo primordial, como para los jugadores sudar la camiseta; pero lastimosamente ese espacio donde los jugadores demuestran sus habilidades se convierten en un rin de boxeo.

Tomemos como ejemplo a Guillermo Velásquez más conocido como “El Chato”, recordado por noquear a no menos de cinco jugadores que pese a sus 69 años todavía quedan restos de la potencia telúrica del pasado, ya que antes de ser árbitro profesional (1957-1982) fue boxeador.

Poseía un amor propio que le impedía soportar humillaciones y estima que la compostura que se les exige a los árbitros es hipócrita y tiene más vínculos con la política que con la ley. Según él un ser humano que recibe una patada en la yugular y en vez de aparentar cortesía tiene la oportunidad de desquitarse resulta menos peligroso, porque se libera de odios futuros.

Lo contradictorio está en que las tarjetas y los pitos se hicieron para no tener que recurrir a la fuerza, y los balones para que se dirigieran al arco no al juez central, de igual manera en ninguna parte del reglamento dice que los árbitros deben dejarse pegar.

Entonces lo que queda claro es que la satisfacción del que aplica la ley depende más del poder que ostenta que del bienestar que supuestamente le procura al prójimo, por ende si la cancha es el universo completo, los jugadores son todas las criaturas posibles sobre las cuales el árbitro puede tomar cualquier tipo de decisión.

Solo en una ocasión “El Chato” quiso hacerse el equivocado, un clásico en el Campín Millonarios contra Santa Fe, donde Ángel Converti, atacante de Millonarios recibió un pase de espaldas y antes de que éste tomara la pelota Velásquez había sancionado fuera de lugar, pero Converti al parecer no escucho porque el movimiento de su cuerpo fue tal que convirtió una chilena espléndida. “el Chato” recuerda que si él hubiese sabido en cómo terminaría todo no habría pitado el fuera de lugar. Esa fue la única vez que Velásquez quiso equivocarse. Y como él mismo dice “la justicia depende más del sentido común de quien la aplica que de simples leyes escritas en un papel”.

Por consiguiente es necesario que los jugadores reclamen por cosas que realmente hayan pasado, que los árbitros juzguen objetivamente y que no se hagan los equivocados, de lo contrario ésta negación hará que se actué equivocadamente.